Era un crudo día de invierno, y los copos de nieve caían del
cielo como blancas plumas. La Reina cosía junto a una ventana, cuyo marco era de
ébano. Y como mientras cosía miraba caer los copos, con la aguja se pinchó un
dedo, y tres gotas de sangre fueron a caer sobre la nieve. El rojo de la sangre
se destacaba bellamente sobre el fondo blanco, y ella pensó: "¡Ah, si pudiere
tener una hija que fuere blanca como nieve, roja como la sangre y negra como el
ébano de esta ventana!". No mucho tiempo después le nació una niña que era
blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de cabello negro como la madera
de ébano; y por eso le pusieron por nombre Blacanieves.
sábado, 15 de junio de 2013
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